Una buena gestión del aparcamiento de vehículos tiene efectos positivos en nuestras ciudades y en nuestra calidad de vida. Del mismo modo, una mala gestión o la ausencia de cualquier tipo de gestión tiene consecuencias negativas. Afortunadamente los dirigentes de las principales áreas metropolitanas españolas están por la labor de superar la alta dependencia del automóvil y poco a poco están priorizando modos de transporte activos y sostenibles. Pero seamos realistas, más que una apuesta decidida por el transporte público, lo que prima es dificultar el uso del vehículo privado para que el usuario prefiera el transporte público.
Aumenta el transporte público y también el coche privado
Las últimas estadísticas del INE parecen confirma la tendencia, más de 399,7 millones de pasajeros utilizaron el transporte público en enero, un 5,7% más que en el mismo mes del año 2017. Y la percepción acompaña, junto al uso del transporte público parece cada vez más aceptado el hecho de caminar, desplazarse en bicicleta y usar cada vez menos el coche.
Pero ojo, porque las cifras también nos muestran que aumentan las matriculaciones de turismos en España…. Este mes de marzo crecieron un 2,05% respecto al mes de marzo de 2017. Y en los últimos doce meses se han vendido 1.267.331 automóviles particulares, un 8,37%, más que el año anterior.
Son dos tendencias que parecen contrapuestas, el aumento del uso del transporte público y el aumento de las matriculaciones de vehículos privados. Podrían explicarse por el aumento de la capacidad adquisitiva y del consumo tras años de crisis, por el aumento de la población en las áreas urbanas, y por la desconfianza que se tiene en las políticas de transporte.
La sensación general es que no nos fiamos del transporte público como una alternativa viable. Viajamos más en transporte público pero no dejamos de comprar coches. En consecuencia las ciudades siguen teniendo un grave problema de estacionamiento.
Las políticas de aparcamiento en nuestras ciudades
Las políticas municipales suelen abordar el problema del aparcamiento con diversos enfoques. Lo más convencional es imponer unas dotaciones mínimas de aparcamientos. Son las normativas que exigen un mínimo de plazas de aparcamiento por cada tantos m2 edificables. Es una forma de planificar que genera un exceso de aparcamientos y con costes elevados que acaban recayendo en los ciudadanos.
Un segundo enfoque se centra en la gestión de los aparcamientos en superficie con las herramientas de que disponen los gestores municipales. Lo más habitual es regular los periodos de estacionamiento y los precios para administrar efectivamente la demanda en las diferentes horas y días de la semana para cada calle de la ciudad.
La planificación que se hace del problema del aparcamiento repercutirá directamente en la sostenibilidad de la ciudad. Si no se regula el aparcamiento y se permite aparcar gratuitamente se estará incentivando al uso del coche particular. Al conductor promedio si no se lo pones difícil escogerá siempre su propio coche. Algunos estudios relacionan la accesibilidad al aparcamiento privado como un factor que triplica la probabilidad de poseer un automóvil. Por el contrario cuanto más lejos está el parking de nuestro destino menos nos apetecerá ir con nuestro propio coche. Los manuales de políticas de movilidad lo tienen claro, hay que desincentivar la comodidad.
En ese sentido, si se trata de no estimular el uso del vehículo particular, afortunadamente en nuestras ciudades hace años que se regula el aparcamiento en superficie y se implantan aparcamientos disuasorios en las afueras. Pero aunque se apueste por combatir la comodidad que supone desplazarse en el automóvil particular, no todo puede ser base de poner trabas a su uso. La prioridad debería ser competir con un excelente transporte público.
Para que las ciudades evolucionen hacia un sistema de movilidad más sostenible tendríamos que centrarnos en el pensamiento a largo plazo y no solo de mejora de los actuales modos de transporte. En segundo lugar lo que parece un auténtico reto, conseguir que el transporte público se imponga al vehículo privado sin necesidad de poner impedimentos a su uso. Algunas de las principales ciudades occidentales son laboratorios de movilidad donde se ensayan diferentes caminos para resolver el desafío.